LA LIBERACIÓN DEL PERDÓN

INTRODUCCIÓN

Antes de estudiar el tema del perdón en profundidad pensé que lo sabía a cabalidad; pero luego me di cuenta que existía en él una profundidad que aún no comprendía: El perdón es el punto clave en todas las relaciones de la vida, empezando con nuestra relación con Dios.

Aprendí la siguiente lección jugando béisbol, si enfrentamos situaciones en la vida para las cuales no estamos preparados nos vamos a caer en forma garrafal, y es así también cuando se trata del perdón.

En un solo día existen muchas oportunidades para perdonar. Muchas veces, lo que debemos perdonar es pequeño. Sin embargo, hay ocasiones en que lo que debemos perdonar es de una gran magnitud. En estas ocasiones, es la preparación previa lo que nos permite salir adelante. Las heridas más grandes las recibimos muchas veces de quienes más amamos: nuestros padres, nuestros esposos, nuestros hijos, de la familia de Dios; y estas ofensas, si no las manejamos de una forma divina, nos amargarán el corazón. La Palabra nos entrega una imagen pictórica de la amargura del corazón, la asemeja a una planta que echa sus raíces bajo tierra. Uno nuca sabe por dónde van creciendo ni la redes que va formando bajo la superficie; no obstante, esa raíz de amargura crece en el corazón y se entrelaza y toca y alcanza todas las relaciones que desarrollamos en la vida, especialmente aquella que tenemos con nuestro Padre Celestial.

Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres.

Hechos 24:16

Hay muchos ejemplos bíblicos donde tanto hombres como mujeres pudieron haber dejado crecer la amargura en el corazón. En el caso del apóstol Pablo, él procuraba tener siempre una conciencia sin ofensa para estar limpio en frente de Dios y también en frente de los hermanos. Pablo necesitó el perdón de los demás. Pablo había dado la orden para la ejecución de creyentes. Él no solo necesitaba perdonar a quienes lo perseguían, él también necesitaba el perdón de los demás. La culpabilidad puede destruir tanto como la amargura.

¿Han escuchado alguna vez la frase: No puedo perdonarme a mí mismo? Es un término utilizado en psicología. No es bíblico. Así es como los psicólogos tratan de ayudar a la gente a manejar la culpabilidad; pero es mentira. Lo que debemos hacer es aceptar el perdón que se nos ha otorgado, primeramente de parte de Dios y luego de parte de aquellos a quienes hemos ofendido.

EL PERDÓN EN RELACIONES CERCANAS

A continuación veremos lo que Dios nos enseña en su Palabra para que el perdón ocurra en las relaciones cercanas.

Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen! Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos. Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale. Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería.

Lucas 17:1-6

El versículo 1 dice que imposible es que no vengan tropiezos (otra traducción para tropiezos sería ofensas). Tropiezo es la palabra griega: escandalon. Esta palabra describe el concepto de trampa. Las trampas pueden ser objetos físicos utilizados para atrapar animales, por ejemplo. Generalmente tienen algún tipo de señuelo. El animal es atrapado cuando se deja engañar por la carnada en el señuelo y la coge. El dispositivo utilizado como señuelo es la palabra escandalon. La Palabra de Dios quiere comunicarnos que en la vida todos nosotros enfrentaremos señuelos. El Adversario conoce nuestras vidas y sabe qué señuelo tendernos para que caigamos. Sabe qué nos irrita, qué nos ha herido en el pasado y esta información la usa en contra nuestra. Usa el señuelo perfecto para ti. Pone en el señuelo la carnada perfecta, la que sabe que morderás; y tú, al morderla, caes en la trampa. Es importante notar que aquello que puede molestarte a ti no necesariamente le molesta a otro y vice-versa. El Adversario sabe cómo diseñar el señuelo justo a tu medida; pero Dios es más grande y más sabio. Dios puede avisarnos dónde yacen las trampas. Necesitamos aprender a rechazar la tentación de coger la carnada y reconocer que lo que está en frente de nosotros es una carnada. La ofensa que hemos recibido es una triquiñuela del Adversario y la falta de perdón menoscaba, socava el fundamento de toda relación.

Para que haya perdón solo se necesita una persona, para que haya reconciliación se requiere de dos. Yo puedo decidir perdonar; pero para que la reconciliación tome lugar y volvamos a estar juntos nuevamente, es necesario que ambas partes hagan su parte. El perdón que yo otorgo me limpia a mí de la amargura. Lo que a mí me motiva a buscar la reconciliación es el amor que tengo por el otro individuo. La idea es que yo busque cualquier oportunidad que tenga para poder reconciliarme con mi hermano.

La pregunta que debo hacerme frente a cada una de mis relaciones es: ¿Qué me pide el amor de Cristo? ¿En un matrimonio, cuántas veces perdonamos sin siquiera decir una palabra? Mi esposa es tan excelente en comunicarse conmigo que todo lo que a veces necesito es su mirada para saber que lo que hice fue erróneo. Nos conocemos muy bien y yo no necesito decir constantemente: Perdóname, amor. Ella me conoce y sabe que recibí la reprensión porque tuve un cambio de acción.

Ahora bien, existen ocasiones en que he ofendido a alguien de forma tal que necesito hacer algo. Cuando mi relación está en peligro debo actuar. Necesito hacer algo para mantener la relación. El amor que tengo por tal persona es lo que me motiva a reconciliarme.

Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.

Lucas 23:34

Habrá ocasiones en nuestra vida en que alguien nos va a ofender y ni siquiera se va a dar cuenta. En otras, creerán que están haciéndoles un favor a Dios por habernos ofendido, mas lo hacen en ignorancia. En estos casos no tengo problema en perdonarlos. Habrá ocasiones en que nosotros ofenderemos a otros sin darnos cuenta de ello y de que hemos traspasado los límites.

Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que pecare contra mí? ¿Hasta siete?

Mateo 18:21

Habrán circunstancias en que tendremos que perdonar a una persona en relación a la misma ofensa una y otra vez. En los tiempos de Jesucristo se pensaba que era suficiente perdonar hasta tres veces por el mismo error. Pedro pensó que era muy generoso al darle siete oportunidades. No obstante, Jesucristo se dio vuelta y le dijo: No solo siete sino que hasta setenta veces siete. El punto no es empezar a contar hasta llegar a setenta veces siete. El punto era que dejara de contar. No hemos de llevar un registro. Cuando amamos, damos el tiempo y la oportunidad de cambiar; pero lo que necesitamos ver es el esfuerzo a querer cambiar. No puede ser solo una actuación falsa. Personalmente, no tengo ningún problema para perdonar a alguien que genuinamente se ha arrepentido por lo que ha hecho.

Ocurre, a veces, que uno no sabe cómo pedir perdón de un modo en que pueda convencer al otro. En tal caso, se debe pensar profundamente en lo que se deba hacer para que tal persona logre comprender el arrepentimiento del otro. Hay ocasiones en que debo hacer algo o dar algo. Dar flores, a veces, puede ayudarnos. La forma en que comunicamos al otro que verdaderamente nos hemos arrepentido es muy importante.

Hay oportunidades en que un líder-servidor necesita entender cómo perdonar. Ellos derraman sangre no los entendemos; y puede suceder que digan algo que nos ofende. ¿Recuerdan cuando Jesucristo dijo que ellos tendrían que beber su sangre y come su carne y sus discípulos se alejaron de él porque estaban ofendidos? Aquellos a quienes cuidamos en Cristo a veces se ofenderán, aunque todo lo que estamos tratando de hacer es enseñarles la Palabra.

Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en el cual están cautivos a voluntad de él.

2 Timoteo 2: 24-26

Sí, hay ocasiones en que nos quedamos colgados del señuelo, y necesitamos que alguien vea que hemos caído en la trampa, para que venga y nos libere; pero, es la responsabilidad del individuo, una vez que ha logrado soltarse de la trampa, alejarse y salir de ahí.

Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa.

Santiago 3:16

Deseo ejemplificar en forma práctica lo que este versículo quiere decir. A veces, las relaciones entre los creyentes se parecen a aquellas que existen entre diferentes partidos. Digamos que tengo a tres personas en frente de mí, tomados de las manos. Ellos representan el cuerpo de Cristo. Están tomados de las manos porque dentro del cuerpo de Cristo estamos conectados. Debido a esto, las bendiciones y talentos de este hombre bendicen a aquellos y los talentos y bendiciones de aquellos bendice también a este. Ahora, hay uno de ellos que le tiene celos al otro; y la palabra usada en griego implica un celo ardiente. El celo que tiene lo consume. Esta palabra, en el griego, puede tener una connotación positiva o negativa, cuando tengo un celo ardiente por Dios y las cosas de Dios entonces esto es positivo, bueno. Cuando estoy en llamas para politizar y causar contención y división entonces es negativo, malo. Luego, imaginemos que este hombre, por alguna razón, se ofendió por las acciones de aquel otro; pero no se queda callado. Se da vuelta y se lo dice todo al que está a su costado, y trata de que él también esté enojado con el primero. De esto es lo que está hablando el versículo. Y la palabra dice que donde hay celos y contenciones, allí hay perturbación y toda obra perversa. Ahora, los tres ya no están junto. Los dos enojados ya no reciben las bendiciones ni se benefician de los talentos del primero. Solo el perdón logrará que se vuelvan a juntar.

¿CUÁNDO ES CORRECTO RETRASAR LA RECONCILIACIÓN?

Analizaremos otro escenario. Existen oportunidades en la vida en que es necesario retrasar la reconciliación hasta que haya arrepentimiento.

De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre. Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción?

1 Corintios 5:1-2

Esta iglesia corintia estaba muy orgullosa de su libertinaje. Aceptaban todo de todos. Vivían en medio de una ciudad en la cual el sexo formaba parte de la adoración de sus dioses. Pensaban que adoraban a Dios al tener sexo los unos con los otros. Tenían la conciencia sellada. Debido a esto, no veían problema alguno con la situación que tenían en frente. Pablo, entonces, les corrigió sus creencias y los corintios respondieron muy bien. Separaron la parte que estaba ofendiendo a la iglesia de la iglesia; pero luego ocurrió algo, el joven que había cometido la ofensa se arrepintió; no obstante, los corintios ya no le permitieron volver. Debido a esto, Pablo debe volver a manejar la situación en 2 Corintios.

y no sólo con su venida, sino también con la consolación con que él había sido consolado en cuanto a vosotros, haciéndonos saber vuestro gran afecto, vuestro llanto, vuestra solicitud por mí, de manera que me regocijé aun más. Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa, aunque entonces lo lamenté; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, os contristó. Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.

2 Corintios 7:7-10

Hay una sola circunstancia en la cual no entregar el perdón es correcto, cuando lo que motiva esta acción es el amor de Dios. Si yo no les otorgo el perdón porque quiero que sufran un poco más, entonces la motivación no es la correcta. Siempre debo permitir que el amor de Dios sea la estrella que me guíe.

EL PERDÓN: LA ANULACIÓN DE UNA DEUDA

A continuación aprenderemos que el perdón es también la anulación de una deuda. El perdón en Grecia se usaba para indicar la liberación de un cargo, de un matrimonio, de una obligación, de una deuda o castigo -la idea de una deuda, o de algo que se debe, es inherente en el uso- Cuando yo los ofendo, les robo algo; les robo mi amor, mi relación con ustedes. O pudiera ser que yo he violado la confianza que ustedes tenían en mí y esto es causa de dolor, de una herida. En ambos casos, he incidido en una deuda y hay dos cosas que pueden ocurrir: Que me obliguen a pagarla o que me perdonen. La mayoría de la gente se empeñará con tesón para que yo pague la deuda a lo que dé lugar. Esto se llama venganza; pero Dios nos pide que anulemos la deuda, que caduquemos la ofensa a tal punto que ya no deba nada nunca más en relación a esa ofensa. Cuando yo anulo la deuda, nunca más debería traerla a colación. No se ha de llevar en la mochila, esperando por aquel momento en el futuro en que vuelva aquel a hacer lo mismo, para sacarla y con ella darle el latigazo, cuando una deuda se perdona, se anula. Cuando te perdono me estoy comprometiendo a que nunca más traeré esta ofensa a colación. ¡Nunca más! Se supone que debemos ser imitadores de Dios.

La Palabra de Dios dice que Él alejó de nosotros nuestros pecados como está lejos el Oriente del Occidente. No dice que los olvida, mas nosotros hemos querido creer que eso es lo que dice. Olvidar algo es involuntario. No tengo control sobre lo que olvido, simplemente lo olvido. Uno no olvida la ofensa; la oportunidad que tenemos es de nunca más volver a traerla a colación. Entonces, cuando Dios dice que Él alejó de nosotros nuestros pecados como lejos está el Oriente del Occidente está diciéndote que Él decidió, por libre albedrío, no traerlos más a colación; de modo que cuando tú te pares frente al bema esas ofensas nunca van a ser leídas en contra tuya. Dios nos ha limpiado de todas esas ofensas. Esta es la forma en como Dios quiere que nos tratemos los unos a otros. De modo que cuando yo perdono a alguien nunca más voy a traer esa ofensa a colación; pero, ¿qué pasa si las recuerdo? Cuando esto ocurre, rehuso caer en la trampa y comerme la carnada en el señuelo. Determino mantenerme alejado de la trampa. Puede ser que me acuerde, pero la rechazo. Me recuerdo a mí mismo que yo dije que iba a perdonar.

Cuando uno lee los evangelios observa que Jesucristo asemejó el concepto de perdón al dinero. Hizo una ilustración práctica para ayudar a la gente a entender el perdón. En cualquier transacción monetaria hay algo que un individuo entrega al otro y que el otro debe y necesita pagar; pero cuando se anula la deuda ya no se debe más y aquel a quien se le anuló la deuda se transforma, ahora, en una persona muy agradecida. Entre más entendemos cuánto Dios y cómo Dios nos ha perdonado a nosotros, más fácil nos será perdonar a algún otro. Las ofensas que he cometido en contra de mi Padre Celestial son muchas más y sobrepasan a aquellas que alguien quizás ha cometido conmigo. Cuanto más comprendo cuánto se me ha perdonado más amor tengo para perdonar.

Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. Entonces respondiendo Jesús, le dijo:Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.

Lucas 7:36-44

Me admira ver cómo Jesús se volvió a la mujer mientras le hablaba a Simón y le muestra en los próximos 4 versículos lo agradecida que ella está.

No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; más aquel a quien se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.

Lucas 7: 45-48

Si quieres aumentar el amor en tu corazón, te ayudará recordar ¡cuanto perdón has recibido tú! Ahora bien, cuando decidimos olvidar que hemos perdonado nos transformamos en una persona orgullosa porque pensamos que hemos conseguido las cosas por nosotros mismos. El pecado trae consigo una deuda que se debe anular o pagar. Anular la deuda es perdonar la deuda. Cuanto más conscientes estemos de lo mucho que se nos ha perdonado, más amor tendremos hacia aquel que pagó la deuda por nosotros. He aquí la razón por la cual debemos arrepentirnos. Necesitamos entender, realmente, la gravedad de la infracción para poder mostrar verdaderamente nuestro amor a quién nos perdonó.

LA RETRIBUCIÓN DIVINA FRENE AL PERDÓN OTORGADO

Existe un versículo que nos muestra que no somos nosotros quienes debemos buscar venganza.

No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.

Romanos 12:19

Se nos ha explicado que una mejor traducción para la palabra venganza, aquí, sería justicia; y esto es muy cierto, porque si alguien me ofende y yo le permito a Dios que se vengue por mí, pero resulta que luego la persona renace y sus pecados son perdonados, entonces ¿Dónde está mi venganza?

Este versículo, tal cual aparece en la versión Reina-Valera, da una imagen errónea acerca de Dios. ¿Porqué Dios me pediría que no haga algo porque no es correcto y al mismo tiempo me diría que yo espere hasta que Él lo haga? Él me dice a mí que yo no debo vengarme; pero luego he de pedirle a Él que Él se vengue? ¡No! Dios es un Dios de justicia y está listo para perdonar y está anhelante de perdonar. Aun si la persona que nos ofendió no se arrepiente, Dios dice que Él pagará ¿Y sabes a quién le va a pagar? A ti. Dios se compromete a restituirte a ti aquello que el Adversario te robó. Es debido a esto que no necesitamos buscar nuestra propia venganza. Dios te va a restaurar a ti aquello que te fue robado. Es por esto que amamos y perdonamos a nuestros enemigos, porque no hay nada que nadie pueda hacernos que Dios no nos pueda retribuir siete veces más. Si alguien me ha robado algo Dios lo va a restaurar, si yo retengo un corazón correcto en frente de su presencia y confío en Él.

AUMÉNTANOS LA FE

Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale. Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.

Lucas 17: 3-4

Me impresiona que los apóstoles le hayan dicho a Jesucristo: Auméntanos la fe. Los apóstoles entendieron que este era uno de los encargos más difíciles que el Señor les había hecho. Ellos acababan de volver de la asignación a la cual su Maestro los había comisionado. En el terreno, habían sanado a la gente y habían echado fuera demonios y no habían tenido problemas en creer que ellos podían hacerlo. Habían hecho un tan buen trabajo que el Señor les había dicho: yo veía a Satanás caer desde el cielo como un rayo. Inmediatamente después de su regreso, Jesucristo les manda que deben perdonar y los apóstoles le dicen: Auméntanos la fe. En otras palabras: No sabemos como perdonar de tal manera. Es lo más difícil que nos has pedido. Para llevar a cabo milagros señales y maravillas solo se requiere de creencia. Uno puede creer por un corto periodo de tiempo y lograr hacer el trabajo en ese periodo de tiempo limitado; pero cuando he perdonado a alguien debo mantener mi creencia en alto una y otra y otra vez. Es inmediatamente después de este pasaje que Jesucristo dice que somos capaces de mover montañas. Dice que si tuviéramos la creencia como del porte de un granito de mostaza ...pero ¿qué podría ser aquello que me impidiera tener tal fe? Una ofensa que he guardado en el corazón al no poder perdonar a mi hermano. Es a esto a lo que Pablo se refirió cuando dijo: Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres.

LOS PASOS DIVINOS NECESARIOS PARA SALDAR UNA OFENSA

Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

Mateo 22:37-40

Los mandamientos más grandes tienen que ver con el amor. Si los dos mandamientos más grandes tienen que ver con el amor, entonces ¿cuáles serán los dos pecados más grandes? No amar. Cuando yo trato a alguien de un modo que no está basado en el amor, he pecado.

1 Juan habla sobre el concepto de aborrecer a tu hermano. Otra forma de traducir esa frase podría ser no haberlo amado lo suficiente. Cuando le digo a alguien que lo amo pero no lo trato de la forma en que Jesucristo trató a aquellos que amaba, estoy pecando. Cuando amo con el amor de Cristo y me extiendo a hacer las cosas que Dios me ha llamado a hacer y me ha mostrado que debo hacer; aun si cometo un error, pero lo he hecho basado en el amor de Dios, Dios puede remediar aquel error. Dios puede suplir.

No debáis a nadie nada sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.

Romanos 13:8

Cuando la ofensa ha sido tan grande que pone en peligro la relación, es inminente hacer lo que dice este versículo. A menudo minimizamos una ofensa que pone en peligro la relación y maximizamos un error que no tiene ningún efecto duradero. Si dejamos pasar estas ofensas sin nunca manejarlas, de repente la ola expansiva causada por ellas será demasiado grande, al punto de avasallar con todo. Este tipo de situaciones es la que causa que un matrimonio se separe, porque si ellos hubieran manejado y subsanado las ofensas pequeñas cuando estas tomaron lugar la relación se habría edificado y cimentado.

Lo primero fue la ofensa. Lo segundo es lo que llamamos confrontación. Sacamos el concepto de la palabra reprendedle. No obstante, la palabra reprender tiene un significado diferente al que yo pensé originalmente que tenía.

En el griego esta palabra reprender significa honrar, darle el debido respeto o peso o valor. Yo llevaba conmigo una imagen falsa, errónea con respecto a esta palabra. Yo tenía la imagen de alguien tocándole con el dedo el pecho al otro mientras le decía a la cara todas las cosas que había hecho mal; pero no es lo que esta palabra significa. Esta palabra significa que el otro es tan importante para mí que si me ha ofendido en algo y yo no lo he podido superar y sigo pensando al respecto, necesito decírselo. Para mí es tan importante esta relación y mi deseo de mantenerla a través del tiempo que necesito traer a colación el asunto en cuestión. Mi amor es tan grande por el otro que debo hablarle respecto del asunto. Es por esto que la Palabra dice que cuando un hermano te ha ofendido te acerques a él con espíritu de mansedumbre. Pedirle a alguien cuenta de sus acciones en el espíritu de mansedumbre es una manera de demostrarle a esa persona lo importante que es para uno, al punto como para tomar sus acciones en serio y que por lo tanto debemos hablar al respecto.

Primero vimos la ofensa. Luego, hablamos sobre la reprensión. Ahora, volvemos a la persona original, a aquella a quien le estamos pidiendo que considere el problema que debe mejorar. En este momento, aquella persona a quien se le mostró la ofensa cometida tiene la responsabilidad de arrepentirse. Sin arrepentimiento no habrá un verdadero cambio. El arrepentimiento no es un signo de debilidad. Pedir perdón es una muestra de arrepentimiento. A veces, los hombres pensamos que decir lo siento es un signo de debilidad; pero no lo es, es un signo de amor. Arrepentirse significa cambiar de forma de pensar. Arrepentirse no significa que hemos superado el pecado, sino más bien que hemos cambiado de opinión frente a lo que hemos hecho y que hemos reconocido que hemos pecado. Significa que hemos condenado nuestra acción de modo que un verdadero cambio pueda ocurrir. Podemos ejemplificar esta verdad al considerar las acciones tomadas por los dos primeros reyes de Israel.

El primer Rey de Israel fue Saúl. Cuando Saúl quebrantó los mandamientos de Dios nunca se arrepintió. Cuando intentó hacer creer a otros que se había arrepentido, aún el trató de culpar a la gente. Nunca se arrepintió verdaderamente, porque nunca cambió su corazón. Como consecuencia, Dios tomó el reino de esta familia.

El segundo rey de Israel fue David. ¿Que paso cuando David pecó? Dios le envió un profeta, Natán, quien lo reprendió y ¿cuál fue la respuesta de David? David dijo: He pecado. David se arrepintió y se le otorgó el perdón. Dios perdonó a David de tal manera que a pesar de la relación adultera que tuvo con Betsabé, de esa relación, de ese linaje, en generaciones futuras, nació el Cristo. De David aprendemos también que tuvo la voluntad de aceptar las consecuencias de su pecado.

Cuando nosotros hemos pecado debemos estar dispuestos a hacer lo mismo, si es que verdaderamente nos hemos arrepentido. El arrepentimiento ha de ser genuino, debe conllevar una acción que muestre el cambio.

El último paso involucra a la persona originalmente ofendida. La Palabra dice: Y si se arrepiente, perdónale. ¿Te das cuenta que para que se produzca la reconciliación se requiere que ambas personas involucradas hagan su parte? Si en este proceso, cualquiera de las dos personas involucradas detienen el proceso, la reconciliación no ocurrirá. Aun si tú eres la persona ofendida, Dios te ordena que, si el otro se arrepintió, lo perdones. Solo así la reconciliación puede tomar lugar. Cuando la reconciliación ocurre, la nueva relación es más fuerte que antes de que hubiera ocurrido la ofensa.

CONCLUSIÓN Y CIERRE

Ustedes tienen en sus notas del campamento familiar mucho más de lo que hemos cubierto hoy día. La primera parte de sus notas manejan la parte doctrinal del perdón y es donde Dios nos explica cómo Él nos perdonó a nosotros. Nos habla sobre el gran amor y el gran esfuerzo que tuvo que hacer para reconciliarnos con Él. Es fundamentalmente importante entender también la parte doctrinal. Una vez que la entendemos, jamás hemos de olvidarla. Dios nos perdonó y así también debemos hacerlo nosotros. Ahí vine la parte práctica que hemos visto esta mañana.

Dios nos ha dado la fórmula de cómo podemos vivir los unos con los otros, porque yo te garantizo que si tú te juntas conmigo por algún tiempo llegaré a hacer algo que te enoje. No lo haré adrede, en forma intencional; pero soy humano. Por ser humano, cometeré errores. Si tú, por otra parte, eres de aquellas personas que se ofenden con facilidad agarrarás esa ofensa y la guardas en tu corazón en contra mía: Mi exhortación es la siguiente. En lugar de agarrarla y guardarla en tu corazón en contra mía dímelo. Yo daré todo de mí para corregirme. Yo deseo tener una relación contigo. Yo necesito tu relación conmigo. Eres parte de mi familia.

para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,

Efesios 4:14-15

Así es que siempre hemos de hablarnos la verdad en amor.

¡Que Dios los bendiga!

Reverendo Charlie Quillen

Traducido del inglés al español por Patricia Muñoz de King